aquel que anhela a oscuras sin que nadie lo sepa,
aquel que le perturbaba de niño y le atormenta de adulto.
Así que no es raro que sueñe contigo.
No es raro que ese sueño obsesivo, silencioso pero asombrante,
trate de imitar la realidad, y acabe tan dolorosamente como ella,
con tu fría e hiriente indiferencia agudizante.
Así que no es raro que sueñe contigo.
Lo raro, lo sorprendente, es que hoy el sueño ha cambiado.
Tú me miraste, acariciaste mi trémula cara y besaste mis asustados labios.
Sin saber cómo, ni cuándo, ni por qué. Con la guardia baja.
Eso sí ha sido raro.
Luego, al despertar, una marca blanquecina recorría mi boca de izquierda a derecha,
y supe, a ciencia cierta, que era tu saliva, la marca que dejaron tus labios al contacto con los míos, petrificada,
en un intento baldío de mi cuerpo de que ese beso, aunque inexistente, durara para siempre.
Si cada vez que me durmiera soñara lo mismo,
la noche eterna sería el paraíso.
Lo raro, lo sorprendente, es que hoy el sueño ha cambiado.
Tú me miraste, acariciaste mi trémula cara y besaste mis asustados labios.
Sin saber cómo, ni cuándo, ni por qué. Con la guardia baja.
Eso sí ha sido raro.
Luego, al despertar, una marca blanquecina recorría mi boca de izquierda a derecha,
y supe, a ciencia cierta, que era tu saliva, la marca que dejaron tus labios al contacto con los míos, petrificada,
en un intento baldío de mi cuerpo de que ese beso, aunque inexistente, durara para siempre.
Si cada vez que me durmiera soñara lo mismo,
la noche eterna sería el paraíso.
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