domingo, 2 de enero de 2011

Nessie (1ª parte)

La primera vez que supo que tenía parientes en Escocia fue aquella tarde. Bueno, realmente ya no tenía parientes, porque el único que vivía acababa de morir. Recibir una carta en perfecto inglés en la puerta de su casa le llamaba la atención. Al abrirla comprobó que su tío-abuelo Edward había fallecido en su casa a orillas del lago Ness, siendo él su heredero más directo. Sólo se quedaría con aquella casa con vistas al lago, puesto que Edward dejó toda su fortuna a las monjas de un convento cercano.

La idea de escapar por una semana a Escocia le satisfacía, ya que su vida, tanto a nivel personal como profesional, no pasaba por su mejor momento. Fue despedido de la oficina donde trabajaba por un “reajuste de plantilla”, y con Eva rompió después de seis años de noviazgo. Un actor de medio pelo tuvo la culpa. En principio tenía previsto volver, pero si la experiencia salía bien no descartaba quedarse allí por una temporada. No se lo pensó más y sacó los billetes hacia Glasgow para dentro de tres días, ya que su colega Juanito iba para Madrid, y le podía dejar en el aeropuerto.

El único miedo que tenía para aquel viaje era la odisea del aeropuerto. Siempre le habían parecido lugares hostiles, donde tienes que quedarte medio en pelotas para pasar un control. Fuera el reloj, el móvil, el cinturón, etc. Todo eso con la chaqueta en la mano por el calor que hacía, y con la mochila llena porque en la maleta no le cabía más (maleta de la cual se había despedido media hora antes al facturar). Una vez acomodado en el avión, le tocó con un señor mayor que se pasó durmiendo (y roncando) todo el viaje. Casi tres horas con una cabeza babeante apoyada en su hombro.

Al llegar a Escocia, el primer contratiempo: su maleta no aparecía. Fue a reclamar al puesto de la aerolínea (menos mal que hablaba inglés “fluently”). Allí le dijeron que seguramente la maleta aparecería en Sydney, ya que otro avión de la misma aerolínea salió a la misma hora y desde la misma pista hacia allí. Dejó un teléfono de contacto (que se lo había comprado allí mismo) y se marchó. La idea era pasar el fin de semana en Glasgow, para ver el partido del Celtic de esa jornada y visitar el mítico Hampden Park, donde el Madrid se había proclamado dos veces campeón de Europa (la primera de ellas, en 1960, es considerada la mejor final de la historia). El lunes le esperaba el notario en la casa del lago Ness.

Así pasó aquel fin de semana, en el que además cayeron varias cervezas en bares frecuentados por estudiantes en el West End. Cuando se disponía a alquilar un coche para emprender el camino hacia su recién heredada casa, recibió una llamada en el móvil. Era de la aerolínea, que su maleta había sido encontrada y estaba en el aeropuerto. Si quería se la podían llevar a cualquier lugar del país, así que decidió recogerla en Inverness, que era la ciudad grande más cercana a la casa, a unos 40 kilómetros. Después de esto se subió al Fiat Punto alquilado y emprendió dirección norte. El hecho de conducir por el carril contrario al natural le asustaba al principio. Quizás por la atención que le puso a aquel viaje, al poco tiempo se acostumbró y se sintió cómodo. Aquella carretera bordeaba varios de los cientos de lagos que están repartidos por la geografía escocesa. El paisaje era bonito. Sólo le faltaba que el sol brillara para componer una estampa bucólica. De repente, una espesa niebla empezó a cubrir la carretera...

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