jueves, 30 de diciembre de 2010

Palos

De repente, vi la luz. Yo, acostumbrado a la oscuridad total, no pude evitar voltear la cabeza cuando vi aparecer al fondo ese puntito de luz cegadora. Había algo dentro de mí, no te sabría decir exactamente el qué, ni por qué, que me empujaba hacia allí, que me decía que debía emprender mi marcha con destino a aquel pequeño punto blanco en medio de la negrura.

Una paz interior me recorrió todo el cuerpo según me aproximaba. No veía nada más que una luz, una luz reluciente, fascinante. Nunca olvidaré aquella sensación. Era como si pusiera fin a meses de cautiverio, de vida entre tinieblas, y me acercara a aquello que tanto deseaba.

Pero cuando ya empezaba a vislumbrar el otro lado, lo que había tras ese ínfimo punto de luz que se había convertido en inmenso, me aterré. Cerca de una decena de caras medio tapadas por alguna especie de gasa me miraban con una expresión mezcla de interés, esfuerzo y alegría. De repente, algo o alguien me cogió de la cabeza, y tiró de mí hacia él o ello. Quise volver hacia atrás, recluirme de nuevo en mi guarida, pero estaba atrapado. No podía girarme, parecía como si me hubieran sujetado el cuerpo con algo. Finalmente aparecía allí, en medio de toda aquela gente que empezaron a sonreir y a proferir gritos de gozo.

Supe que era el momento de decir “aquí estoy yo” cuando, cogido por aquel ser, el mismo que había tirado de mí, abrió su mano y me dio un cachete en el culo. Acababa de llegar y ya me estaban dando palos. Imagínate como ha sido mi vida desde entonces.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Regalos

Cada día me asalta más la sensación de que las personas
somos como los regalos.
Nos fabricamos un envoltorio,
que en mayor o menor medida responde a clichés, tópicos.
Dicho envoltorio está destinado a impresionar a los demás,
aunque también nos hace fácilmente clasificables.
Pero la verdad se va sabiendo cuando, con el tiempo,
el envoltorio se va cayendo,
se desmenuza,
y quedamos desnudos,
frágiles.
Tú frente a tu regalo en el momento de la verdad.
En algunos regalos -la mayoría, desgraciadamente-
el envoltorio era bastante más bonito que lo que contenía.
En otros, ni exterior ni interior valen la pena.
En varios, lo de dentro está a la altura de lo de fuera.
Sin embargo, lo extraordinario,
lo realmente impresionante,
es cuando un envoltorio corriente
ocultaba un regalo soberbio.
Algo que los demás no han sabido ver,
algo que permanecía oculto,
y que en un mundo de apariencias
no pudo salir a la luz.
Lo demás, es un mundo de absurda y divertida hipocresía.

martes, 28 de diciembre de 2010

Luces

Prisas. Gente. Compras. Luces. Navidad.
Estrés. Dinero. Juguetes. Regalos. Navidad.
Reyes magos. Papá Noel. Barba. Camello. Navidad.
Polvorones. Mazapanes. Turrones. Bombones. Navidad.

Familia. Relaciones. Hipocresía. Viajes. Navidad.
Kilómetros. Coches. Atascos. Más luces. Navidad.

De nuevo prisas. Más gente. Muchas más compras. Navidad.

Cuando el capitalismo engullió la esencia.
Cuando las fiestas perdieron su sentido.
Cuando el Corte Inglés te fría con sus luces.
Cuando un americano gordo vestido de rojo se cuela en tu casa
y no le denuncias por allanamiento de morada.
Cuando te abrazas a alguien a quien te gustaría apuñalar.

Sí, es Navidad.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Grafemas

No puedo escribir los versos más tristes esta noche.
No tengo tanto talento,
y no quiero parecer pretencioso.

No puedo escribir los versos más tristes esta noche,
pero da por seguro que lo que salga de aquí
será un canto a aquel amor ausente,
aquel que no se nota,
que no se toca,
que no se palpa,
pero que se siente.

Aquel amor que sólo tú recuerdas,
porque sólo tú has sido capaz de vivirlo.
Aquel amor que se padece en privado
y que se guarda en lo más profundo del alma
cual ignominioso secreto que no ha de ser revelado,
a pesar de que casi puedes oir sus gritos
pidiendo que lo liberen.
Aquel amor que, por imposible,
es el más puro.
Porque nunca sabrás lo que significan esas cuatro letras,
esas cuatro insignificantes letras,
hasta que no duelan,
hasta que no lastimen,
hasta que no sufras por ellas.
Porque nunca sabrás lo que significan esas cuatro letras
hasta que no hayas sentido su indiferencia.
Nunca sabrás lo que es amor
si nunca has amado incondicionalmente.
Nunca sabrás lo que es amor
si nunca has amado a quien no te corresponde.

No puedo escribir los versos más tristes esta noche,
pero tampoco puedo evitar acordarme de ti.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Imaginaciones

A veces, imagino.
Imagino la vida de la gente con la que me cruzo
cuando voy por la calle.
Les dibujo un pasado,
les trazo un presente,
les proyecto un futuro.
Bien puede ser que,
cual afortunado acertante del pleno al quince,
el imaginario plan vital que les endoso
coincida con su realidad,
pero pocas veces atino a comprobarlo.

Por ejemplo,
aquella dulce chica de la parada del autobús.
Parapetada tras su forrada carpeta,
me observa arrojando su mirada como un alud.
Por su piel firme y joven,
me aventuraría a decir que sus labios todavía no han probado otros,
aunque sus senos, ya completamente formados,
indican que, seguramente, tarde poco en hacerlo.

Pero por imaginar, imagino.
Y la imagino deseando a Jorge,
ese Adonis de cuarto, con su pelo largo
despeinado por el casco de su flamante nueva moto.
Y la imagino buscando el valor necesario
para acercarse a él o, mejor,
para que él se acerque a ella.

Y la imagino también despreocupada,
pero con su cabeza atribulada por asuntos de nimia banalidad.
Al fin y al cabo, está en la edad de la frontera.
De ella depende dar un paso adelante y empezar a ser madura
o esconderse tras ese poco duradero halo de niñez.
De ella depende, aunque no sea consciente.

Porque a veces,
tomamos decisiones sin darnos cuenta.
O quizá sean imaginaciones mías.